lunes, 4 de septiembre de 2017

Educación, comunicación y cultura en la sociedad de la información: una perspectiva latinoamericana. Martín Hopenhayn- (Revista de la CEPA 81. Dic. 2003)

Hopenhayn centra su análisis y propuesta en torno a las necesidades que requiere el uso de las TIC en el sistema educativo, las dificultades y los límites que pueden surgir. Todo esto, enmarcado en los perfiles de los estudiantes, el rol de la educación, los actores e intereses intervinientes y el contexto lationamericano. Vale hacer la salvedad que este es muy heterogéneo y en los últimos 10-15 años algunos países (como Argentina y Uruguay) han avanzado en la incorporación de recursos para acortar la brecha digital.
El autor plantea el rol de la educación desde la perspectiva cultural, desde la cual se le atribuye históricamente un rol poco grato, subordinado a los proyectos de homogeneización cultural, bajo el modelo de un Estado-Nación que siempre buscó la coincidencia de la unidad territorial con la unidad simbólica. Pero la actualización en torno a la defensa del pluralismo cultural y la diversidad de identidades se ha encargado de poner sobre el tapete una retrospectiva crítica del rol de la educación. En este sentido, el rol cultural de la educación, puede permitir repensar críticamente la realidad, idear nuevos proyectos colectivos y aprender a vivir en un mundo multicultural. El aprendizaje de la diferencia o de la pluralidad no debe entenderse como una materia más (al estilo de la geografía, la historia o la antropología).
Esta perspectiva destacada por Hopenhayn son abordados en contenidos del eje Comunicación y Cultura en el Escenario Actual. Así, el Reconocimiento de los rasgos distintivos de la cultura posmoderna, por un lado, y la identificación y análisis crítico de las nuevas configuraciones de la sociedad actual (sociedad red, cultura virtual-real, y formas de relación e interacción), la sociedad de consumo, la relación entre los jóvenes y el consumo. En esta línea, se entrelazan diferentes temáticas: la pluralidad a partir de las culturas juveniles, la posibilidad de acceso y apropiación a partir de las TIC, las identidades culturales, la diversidad y el reconocimiento del otro.
Además, estos ejes y contenidos están atravesados y determinados por las TIC. Al respecto, el autor sostiene que las tecnologías que utilizamos para interactuar en el mundo virtual tienen una relación dialéctica con la cultura. Como señala Manuel Castells, muchos rasgos del paradigma informático, como son la interconexión, la porosidad y la flexibilidad, devienen también rasgos culturales (Castells, 1999, pp. 88-89). Por una parte, valores propios de la modernidad occidental encuentran su expresión paroxística en ese momento finisecular de masificación del intercambio en un mundo virtual: la velocidad de circulación, la expansión de interlocutores en la comunicación, la disipación de fronteras nacionales y de restricciones espaciales, la desagregación infinitesimal del conocimiento, la autonomía del sujeto que se resiste a las regulaciones exógenas y, como diría Paul Virilio, el relevo de la cosa pública por las imágenes públicas, de los rostros por los espectros. Como si las nuevas tecnologías de información y comunicación materializaran los rasgos propios de la posmodernidad o modernidad tardía. Pero al mismo tiempo el uso mismo de tales dispositivos tecnológicos, mientras navegamos por el espacio virtual, exacerba esas marcas culturales que le confieren un cierto destino a la tecnología. De este modo, tecnología y cultura se van imbricando de manera dinámica.
En este contexto, con tamaña preponderancia de las nuevas TIC, Hopenhayn sostiene que la educación enfrenta a largo plazo por lo menos tres grandes desafíos. En primer lugar, educar con nuevas tecnologías de información y conocimiento implica, en cierto modo, vincular su uso con la producción de sentido, tanto individual como colectivo, la cual se nutre, a su vez, de la cultura propia. Al decir de Jesús Martín Barbero, la educación tiene que ser un espacio idóneo para pasar de los medios a las mediaciones. En segundo lugar, la interacción virtual recurre a un hipertexto en que se mezcla la lectoescritura, la oralidad y la cultura por imágenes. Su inmediatez es oral, mientras su acción motriz básica es la digitación. Por último, la interacción virtual oscila entre medio y fin. Si “chateamos”, la comunicación es el objeto mismo y no hay nada que la trascienda; pero si buscamos una información científica para incorporar en nuestra investigación, la búsqueda virtual es sólo el medio.
Pero este contexto con tal incidencia y determinación de las nuevas tecnologías también presenta riesgos que tienen que ser observados y atendibles a fin de hacer una apropiación acorde. El vínculo con la red de los niños y jóvenes de edad escolar tiende a ser lúdico y caótico, y se privilegia el “inmanentismo virtual” y no el potencial de la red para recabar conocimientos. Los riesgos en esta permutación de prioridades radican en la pérdida de capacidad para organizar conocimientos y ordenar las dinámicas de aprendizaje. El rol del profesor, como también de los planificadores de la enseñanza, deberá incluir la capacidad de brindar un contexto en el cual el uso de las tecnologías informáticas y comunicacionales en las escuelas mantenga una relación medios-fines en que la comunicación se oriente a adquirir y procesar conocimientos con sentido de totalidad y de manera ordenada.

Sin embargo, no cabe duda de que es urgente incorporar ampliamente las tecnologías informáticas y comunicacionales en la educación, dado que es la forma más expedita, económica y masiva de reducir la brecha digital entre países y dentro de ellos. Pero no solo lograr el acceso, también es un objetivo necesario la apropiación de esos recursos más allá de lo meramente instrumental. Si la inclusión social pasa cada vez más por el acceso al conocimiento, la participación en redes y el uso de tecnologías actualizadas de información y comunicación, el sistema de educación formal es la clave para difundir ese acceso. Pero, por otro, esto no significa que la “digitalización” de la educación nos ilumine en el conocimiento y libere a los educandos de los vestigios de la falsa conciencia y la ignorancia. Nada garantiza la forma en que se resuelven, computadora mediante, las tensiones entre cultura escolar y cultura juvenil, y entre razón instrumental y producción de sentido.

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